Mateo 18:11-13 cuenta una de las más hermosas historias en la Biblia. Es la historia de un hombre que tenía 100 ovejas. “Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”.
De una forma, todos nosotros podemos entender la belleza de esta historia. Pero, de otra, no podemos hacerlo. Vemos la historia y vemos un pastor que tenía 100 ovejas. Incluso, después de perder una, él aún tenía 99. ¿Por qué alguien dejaría 99 ovejas sanas y seguras, para ir a buscar, en los peligros de la noche, un solo corderito? No tiene sentido a nuestras mentes humanas. Pensamos, “Bueno, he perdido una. Solo una. Yo aún tengo noventa y nueve más”. O, tal vez, pensamos, “No tengo ganas de buscar durante la noche una ovejita. ¡No importa! Todos perdemos algo…”
Pero, este pastor era muy diferente a nuestro egoísta pensamiento humano. Pensamos en nuestra propia seguridad y comodidad. Pero, este pastor no pensó en otra cosa si no en el valor que tenía cada cordero en su rebaño. No deseaba que ninguno se perdiera en la oscuridad. No descansaría mientras un corderito estuviera en riesgo por el frío, la lluvia o las fieras de presa. No, este pastor no podría estar satisfecho mientras sabía que uno de sus corderos estaba perdido.
Jesucristo dijo, “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas”. Juan 10:11. Esta es la razón por la cual Jesús vino del Cielo a la Tierra y dio su vida en la cruenta cruz. Lo hizo porque Él te ama a tí y a mí, con amor eterno. Él no se preocupó por su propia comodidad. Él no trató de buscar un camino fácil. Él nos amó tanto que sufrió, derramó su sangre y murió para que nuestros pecados pudieran ser perdonados.
¿Qué tan grande era ese amor? Su amor fue tan grande que Romanos 5:8 nos dice que Dios, tiernamente, muestra su amor para con nosotros, que incluso cuando éramos aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Imagínate a alguien amándote tanto que incluso está dispuesto a morir por ti, a pesar de que tú lo ofendías y rechazabas su acto de amor. No puede haber amor más grande que este.
¿Cuáles de los dioses de este mundo vinieron y se sacrificaron para nuestro beneficio? ¿Cuáles murieron para salvarnos de la destrucción? ¡Solo uno! Solo Jesús nos ama así. Sólo Él deseaba morir en nuestro lugar para que pudiéramos ser libres de la maldición del pecado. Todo lo que Él pide de ti es que le confieses tus pecados y te apartes de ellos. Pídele que perdone tu rebelión y tus malas acciones. Si humillas tu corazón, Él te mostrará misericordia y gracia. Joel 2:13 dice, “…convertíos a Jehová vuestro Dios; porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia …” Mi querido amigo, tú eres aquel cordero perdido que se apartó. Lo único que tienes es vacío, sufrimiento y muerte frente a tí. Pero, no tienes que morir en tus pecados; el Gran Pastor está aquí, hoy, buscándote, corderito perdido.